La señora
se levantó de su asiento y narró a toda esa gente ahí reunida que su cáncer era
terminal, que los médicos ya no daban esperanzas por ella. Pero desde que
empezó a tomar café Gold está casi curada. Su enfermedad está a punto de desaparecer.
Eso me lo
dijo Humberto, que por fin fue a una de esas reuniones a la que constantemente
nos invitan.
“Es un
fraude”, me dijo. Sí, concedí. No creo en esos “productor milagro” que
supuestamente lo curan todo, le dije.
Luego otro
señor narró que estaba enfermo de diabetes, pero tomando Café Gold está ya curado,
me seguía contando Humberto. Y recordé una escena de esa película de la época
de oro del cine mexicano en que un vendedor da a tomar de una medicina milagrosa
a un supuesto enfermo y éste se cura inmediatamente. Obviamente el “enfermo”
estaba en complicidad con el vendedor.
“Es un fraude” repitió Humberto mostrándome
uno de los paquetes que había comprado. Lo venden
en varios sabores, me dijo, “Latte, Mocha, Chocolate mexicano”. ¿De cuál quieres?
Me preguntó. Mocha, le dije. Me preparó
el café y empecé a tomarlo.
- No está tan mal, le dije. Es café instantáneo con
sabores.
- Créeme, me
contestó. Es un fraude.
No tiene cafeína.