miércoles, 14 de febrero de 2018

Lapsus Valentinus


─ I love you, le decía cada mañana cuando se iba al trabajo.

─ Yo tampoco, le repondía.



viernes, 13 de octubre de 2017

La ciudad herida

Sabía que no era albañil, -o quién sabe, tal vez sí-, iba durmiendo,  lo miró detenidamente,  llevaba todavía puesto un casco amarillo, con algo que parecía una lámpara, vestía pantalón de mezclilla, camisa de manga larga que algún día fue blanca, y un chaleco negro. Botas como de minero, bastante estropeadas.

 A pesar de que había varios asientos desocupados, se sentó enfrente, sus rodillas rozaron las de él. Miró su rostro cubierto  de polvo, le calculó unos 24 años de edad. Se veía notablemente cansado. Sus manos sostenían una mochila donde sobresalían los mangos de un martillo y una pequeña pala. Había grietas y un poco de sangre en la piel rasgada, varios sentimientos se fundieron en su interior, compasión, vergüenza, respeto y ternura. De pronto la invadió una inmensa sensación de ternura.

El abrió los ojos, sintió esa mirada sobre los suyos y dijo “hola”.
-       Hola, le respondió, ¿Día pesado el de hoy? preguntó.
-       Más o menos, dijo.  ¿Qué hay del tuyo?
-       Nah,  lento, nada, voy a casa.

La miró de reojo, blusa roja escotada, una pequeña falda negra que apenas cubría sus muslos, aunque el maquillaje la hacía verse más grande, le calculó unos 23 años. Se veía cansada, pero la sonrisa pintada de rojo carmín en los labios la hacía verse más reanimada. Llevaba un collar  y aretes plateados. En el regazo sostenía una pequeña bolsa negra, de mano.  “Manos delicadas”, pensó. Las uñas bien cuidadas. De su cuello emanaba un delicado perfume.

-       ¿En cuál estuviste? Le preguntó.
-       En el edificio de la calle Ámsterdam, todo se cayó. Hoy rescatamos una persona viva y dos que ya habían muerto.
-       Yo hubiera querido ayudar, pero tengo que trabajar. Tengo dos hijas que alimentar.
-       De alguna manera todos ayudamos. Todos hacemos algo. Unos donde cayeron edificios, otros desde su lugar. Tú también estás ayudando.
Lo miró con la ternura que aún perduraba y sonrió.
-       La siguiente es mi estación. Ahí me bajo. Tú, ¿hasta dónde vas?
-       Hasta la estación Nopalera, ahí tienes tu casa, aunque ahorita no tenemos ni luz, ni agua.
-       Si quieres puedes pasar a mi casa a darte un baño, para que descanses. Sería mi manera de ayudar. Todos de alguna manera hacemos algo.

No dijo nada pero aceptó. Al detenerse el vagón del metro la siguió a la salida. Caminaron dos cuadras y se detuvieron frente a una casa con puerta de metal. Metió la llave a la cerradura y giró la perilla.

-       En esta casa vivimos con mis papás, le dijo. Mi esposo nos abandonó hace dos años.
Le dio una toalla y señaló el baño.
-       Voy a dar el beso de las buenas noches a mis hijas, dijo y entró a otra habitación.

Al salir del baño, con la tolla atada a la cadera, ella lo esperaba. Había puesto una sábana blanca y almohada sobre la cama.

-       Recuéstate, le dijo. En mi trabajo también damos masajes. Descansarás mejor.
Recorrió la espalda desde el cuello hasta la cintura, esquivó la toalla y masajeó las piernas. Repitió los ejercicios y le pidió se volteara. Recorrió los músculos del pecho, al llegar a la cintura le quitó la toalla que difícilmente ocultaba una erección.
-       Disculpa, le dijo.
-       No te preocupes, sucede a menudo, lo reconfortó.

Acarició el pene suavemente con ambas manos, volvió a recorrer los músculos del pecho, hombros y cuello, se quitó la bata y se recostó junto a su cuerpo tibio. Acarició su pelo y deslizó los dedos de su mano derecha sobre el rostro.
-       Tienes la piel muy quemada, le dijo quedamente.
-       Y eso que me puse bloqueador solar, contestó riendo. ¡De veras! Una chica llevó bloqueador solar al campamento, insistió como si no le creyera.

Tomó su rostro con las dos manos y se acercó para besar sus labios. Recostó la cabeza junto a la de él y cerró los ojos. Imaginó la noche cubriendo como un velo negro la ciudad herida. Abrió los ojos  y él ya dormía, lo besó de nuevo y lo siguió en sus sueños.


jueves, 21 de septiembre de 2017

Frida Sofia

En el 85 no teníamos Facebook, ni Twitter, apenas si teléfonos para comunicarnos. La solidaridad después del sismo se dio corriendo la voz y a través del contacto directo entre personas.

Ahora, en este 2017, las redes sociales han jugado un papel importante en fomentar la solidaridad con las víctimas del sismo que devastó otra vez la Ciudad de México. Pero necesitamos mejorar la forma en que las usamos.
Me di cuenta que la gente estaba poniendo mensajes en estas redes buscando personas, y por otro lado había mensajes que informaban los lugares a donde era llevada una persona después de ser rescatada. Tenía que conectar esos dos puntos. Empecé a poner en el localizador de personas de Google toda esa información. Pero mucha de esa información no era precisa.

Como no estoy en México, no puedo comprobar la veracidad de un informe. Quise ser muy cuidadoso, así que mis textos fueron como el siguiente: “De acuerdo a un mensaje en Facebook o Twitter de Fulanito de Tal, la persona que busca fue llevada a Equis Hospital”. Si era posible incluía el link del mensaje.

Puse en Google los datos de una niña que fue rescatada del colegio Enrique Rébsamen de Villa Coapa  y fue llevada a determinado hospital. Los familiares de la niña, a la cual voy a llamar Luz de Luna, respondieron que fueron a ese hospital y no estaba. Otra persona sugirió que el hospital era otro. Los familiares fueron al otro hospital y tampoco estaba ahí.
Me di a la tarea de preguntar a las personas que pusieron esa información para averiguar si se equivocaron en el nombre del hospital o si tenían información actualizada, pero ellos sólo estaban re-transmitiendo la información. Fue difícil rastrear el origen del informe.

En esa búsqueda encontré otros mensajes diciendo que Luz de Luna murió. No se sabe si murió en el derrumbe o fue trasladada con vida a un hospital donde después falleció. Pero aunque tengo los teléfonos de sus familiares no me he atrevido a llamarles para confirmar esa información. Pudiera ser falsa.

Ahorita la televisión está centrada en el rescate de Frida Sofía de lo que queda de su escuela. Las maestras dicen que ninguna de sus alumnas se llama Frida y todas las Sofías han sido localizadas. Si hay una persona atrapada bajo los escombros no importa cómo se llame, ojalá sea rescatada con bien al igual que todas las demás personas. 
Yo daría parte de mi vida por que Luz de Luna siga viva.


Actualización: Desgraciadamente Luz de Luna, la niña de mi historia murió en el terremoto. Para honrarla, su familia formó una brigada a la cual puso su nombre y ayudó a damnificados en Morelos. Frida Sofía no existió, fue un invento de la televisora.



domingo, 13 de agosto de 2017

El Ritual

Ni siquiera a Buñuel se le hubiera ocurrido una escena así en alguna de sus películas. Un anuncio luminoso decía que el concierto de Jane’s Addiction sería transmitido a las 10 de la noche. ¿Aquí? ¿En esta árida ranchería de la sierra de Durango, a cientos de kilómetros de la civilización?

Me metí a lo que pensaba era una fonda a preguntar por más detalles. Era un burdel, la encargada me dijo que mientras tomara cerveza y pagara, no habría problema en sintonizar el canal del evento.

Llegué una hora antes, con varios de mis compañeros estudiantes de Chapingo, algunas mujeres. Después de las prácticas de agronomía, en algo había que distraerse. Nos sentamos en una mesa grande, frente a la televisión. En otras mesas habían hombres con sombrero, acompañados por mujeres del lugar. Bebían cervezas.

Al fondo estaba un pequeño escenario acondicionado para el pole dance. Una chica en topless cantaba una canción de Selena.

“Que humareda que nos viene ahogando
la gente se pregunta nadie sabe qué es
Un carro viejo que viene pitando
con llantas de triciclo y  motor al revés”.

La chica llegó a nuestra mesa con una botella de tequila en la mano. Acercó uno de sus pezones a mi boca mientras lo bañaba de licor. Sólo le sonreí, ante la desaprobación de mis compañeros varones y la curiosidad de mis compañeras. Regresó contoneándose al escenario.

“Carcacha, paso a pasito
No dejes de tambalear
Carcacha, poco a poquito
No nos vayas a dejar”.

La medianoche llegó después de dos rondas de cervezas. En la pantalla, la guitarra de Dave Navarro comenzaba el Ritual de lo Habitual, “Señores y señoras, nosotros tenemos más influencia en sus hijos que ustedes, pero los queremos”.

 Mis acompañantes me abandonaron. Las mujeres regresaron a las casas de los campesinos que nos hospedaban, -al otro día teníamos prácticas temprano, dijeron-. Los hombres corrieron al escenario donde un par de chicas bailaban alrededor de un tubo mientras se quitaban la ropa.

Una mujer con dos cervezas en la mano llegó a mi mesa.

- Hola guapo, ¿Por qué tan solito?


lunes, 24 de julio de 2017

La Angel

La vi descender de un coche con un ángel pintado en las puertas, “hola”, le dije. Hola, me respondió mientras miraba sus alas blancas.
-         -¿Crees que pueda encontrar un taxi aquí a estas horas? Me preguntó.
-         -No, es mejor que lo esperes en El Puente, le dije.

-         -Está bien, gracias, me contestó mientras se alejaba, desapareciendo en la neblina.


jueves, 29 de septiembre de 2016

It

Soñé anoche que Regina Spektor se sentaba al lado mio en un concierto de Regina Spektor.

Hablamos de varias cosas de la cuales ya no me acuerdo.

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