jueves, 22 de marzo de 2012

El día que vino el diablo a misa


Estábamos en la iglesia rezando, y en eso entró una mujer joven, unos 25 años de edad, muy guapa,  vistiendo tacones altos, una blusa casi transparente y una minifalda.
-         - ¿Puedo quedarme aquí un rato? Preguntó. “Afuera hace frío”.

Todos los ojos de los feligreses se posaron en ella. Una señora se persignó discretamente. San Francisco de Pádua, en la sierra sinaloense tiene unos 100 habitantes y casi la mitad de ellos asisten a misa los sábados en la tarde. Los domingos el padre oficia misa en una ranchería más grande. Y efectivamente, esa tarde   hacía un frío que calaba los huesos.

-        - Sí. Tome asiento, le dije al ver que nadie le respondía.
La mujer se sentó en una banca y comenzó a rezar en silencio, como los otros. A los pocos minutos de haber entrado, se escucharon fuera de la iglesia gritos, ruidos de autos a gran velocidad y motores rugientes. Me levanté de mi asiento y cerré la puerta.

“A esta mujer la persiguen los narcos” pensé. ¿Qué vamos a hacer cuando lleguen por ella?
La mujer seguía rezando como si nada. Los demás  feligreses atendían la misa con un ojo y con el otro miraban –de reojo- a la recién-llegada.
Me acerqué lentamente a ella y le pregunté “¿espera usted a alguien?”. – Ah, sí, me contestó y sacó un  teléfono de su bolsa. Comenzó a escribir un mensaje de texto. Afuera alguien golpeaba insistentemente la puerta. 

-Ya llegaron por mí, me dijo. Me levanté y le abrí. La esperaba una enorme camioneta con las puertas abiertas. Sin mirar hacia atrás se metió a ella.

 No volvimos a verla, pero desde ese día ya nunca fue lo mismo en nuestra iglesia. 

Cada sábado esperabamos que se nos apareciera de vuelta.

2 comentarios:

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