jueves, 29 de septiembre de 2016

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Soñé anoche que Regina Spektor se sentaba al lado mio en un concierto de Regina Spektor.

Hablamos de varias cosas de la cuales ya no me acuerdo.

jueves, 21 de abril de 2016

A nadie...

Javier se bajó del tranvía que unía la Ciudad de México con Xochimilco en la esquina de Francisco I. Madero y José María Morelos, encaminó sus pasos a la Arena del mismo nombre. Esa tarde peleaba Dick Angelo contra El Santo.

Pagó su boleto y se sentó en una butaca del “ring-side”. Alguien le había advertido que era peligroso, que en esa área caían luchadores desde el ring. “He visto caer ángeles del cielo”, respondió. 

Efectivamente, Dick Angelo cayó varias veces a su costado, destrozando algunas sillas de metal en su caída, pero Javier no se inmutó. El luchador tomó una de las sillas para golpear a su rival y después de ser desarmado, regresó con una pala grande, -de esas para enterrar muertos-. El Santo no conocía aún ésa categoría de  luchadores  “rudos”. La idea de la lucha del bien contra el mal encendió en Javier una sonrisa.

El Santo terminó desenmascarando a Dick Angelo, quien juró se vengaría. Javier salió del inmueble y cruzó la calle para comprar en el mercado  ensalada de nopalitos, queso fresco y chicharrón. Caminó unas cuadras a la secundaria 107 donde el maestro de música ya lo esperaba.

-“Maestro, otra vez deseo morir,”  escupió Javier a quemarropa mientras Humberto tocaba al piano una polonesa de Chopin. 

Se reunían en las tardes para ensayar canciones y discutir de política. Humberto  sacó una botella de tequila para acompañar la cena, Javier sacó una de anís.

-¿Ya escribiste tu nota de suicidio?, le preguntó.
-No, aún no.
-No lo hagas. No vale la pena. Si te matas, debes resucitar al día siguiente, como el sol, -le explicó el maestro.  Los aztecas se dieron cuenta que de nada servían los sacrificios para hacer que el sol renaciera al día siguiente de su muerte. De todos modos renacía. La muerte es una mentira.

Matarse es una gran responsabilidad, debes dejar de herencia una larga vida, dijo el maestro antes de que comenzara a cantar: “Noche de ronda, / qué triste pasas; / qué triste cruzas / por mi balcón”. 
-“Noche de ronda / cómo me hieres, / cómo lastimas mi corazón”, continuó Javier.

Terminadas las botellas de tequila y anís, Javier salió de la escuela hacia la neblina que emanaba de los canales. Encontró todavía abierta una cantina. Pidió un tequila. Otro tipo también bebía en la barra. “¿También perdiste?” Le preguntó.

“Aún no me subo al ring” contestó Javier. “El escenario para mí es un reto atroz y, por otro lado, un lugar maravilloso donde me puedo expresar y hacer hipérbolas”.

-“No hagas maromas", Le aconsejó Dick Angelo. "Tienes que pelear a ras de lona, aplicar unas cuantas llaves”. Javier le dijo "gracias por el consejo", se despidió y se fue pensando en los versos para una nueva canción:  “Hojas de fresno desafinadas, cortando el cielo a besos y alas de mariposas desenfocadas…”

Escuchó a lo lejos el último consejo: ¡Y no pelees contra El Santo!”.


sábado, 2 de abril de 2016

Pablo en Chapingo

Era un 22 de febrero, celebrábamos el Día del Agrónomo, -y mi cumpleaños-. Era el único día en que las autoridades de Chapingo permitían, de hecho proporcionaban, cervezas en los comedores de la universidad.

Nos hicimos de cuantas chelas pudimos cargar para ya no tener que regresar. De pronto un grupo de mariachis apareció en la puerta del comedor tocando La Vikina. Seguimos comiendo y celebrando. El mariachi se acercaba a cada mesa para complacer con peticiones.

Cuando vino a la nuestra mis compañeros me dejaron elegir la canción (era mi cumpleaños ¿ya les dije?) y pedí Luz de Luna, de nuestro querido Negro (déjenme decirles que aún tengo resentimiento que los pinches estudiantes hayan decidido nombrar Álvaro Carrillo al auditorio principal, en lugar de Emiliano Zapata) pero en fin.

Al momento que mencionaba el título de la canción, los ojos del cantante se iluminaron. Pensé que no se la sabían, pero ¡carajo! ¡Venían a Chapingo y por lo menos tenían que haber ensayado una de nuestro Santo Patrono.  Resulta que se sabían varias, sí hicieron la tarea.

Ya borrachos, estuvimos casi una hora cantando canciones con el mariachi, parecía que no se quería ir de nuestra mesa. “Muchachos, para despedirnos por favor toquen Huapango, de Moncayo” les dije con ánimo de correrlos, sabiendo que esa sí no la tocarían.

¡Y que se arrancan! Memorable interpretación. Una delicia. El cantante al final me dijo que eran miembros de la Filarmónica de Texcoco, pero no ganaban mucho dinero y para ganar algo extra, formaron el mariachi y tocaban en  cantinas.

“Ya estaba yo decepcionado de no poder tocar la música  que me gusta”, me dijo. “Pero esta noche tú me enseñaste que la música tiene muchas caras, pude ver a Pablo saludando a Álvaro y eso es de lo que se trata esto”.

¡Salud! Brindé con mi Victoria.


martes, 15 de marzo de 2016

Missing Lisa


He asistido a conciertos de los Rolling Stones varias veces, pero esta ocasión fue especial. Los vi felices de  tocar en la Ciudad de México, el DF, Chilangolandia. Improvisaron, tocaron buena música. Como cuando los artistas tocan en una fiesta de amigos. Estaban en casa, con los cuates.

Jagger bromeó sobre Sean Penn y el chapo, habló en español, bailó como nunca, tocó la guitarra un poco, la armónica, las maracas. Su voz impecable sigue siendo el sello de esta banda.

Cuando intrepretaban Miss you noté que algo faltaba. La canción sonaba diferente, hasta que la luz enfocó a Keith Richards tratando de avanzar jalando el cable de su guitarra (la que antes era inalámbrica). A la canción le faltaba la guitarra de Keith.  Jagger moría de la risa.

Me percaté mucho más que antes de la importancia que tiene Charlie Watts en el grupo, es el que da solidez, consistencia y balance. Sólo otro baterista ha tenido una importancia similar: Ringo Starr. La humilde caravana de Charlie al ser presentado dice mucho de él.

Este lunes 14 de marzo The Rolling Stones conquistaron la Ciudad de México. Sonaba su música en el transporte público, mucha, mucha gente llevaba una playera, o gorra o un distintivo de la famosa lengua. Los jóvenes en la UNAM hablaban de su música y tarareaban sus canciones. Su presencia se notaba en el aire.

 Y yo extrañé a Lisa Fisher. 



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